01 diciembre 2021

Gases venenosos

P. Santiago Martín FM


A finales de los años 80, el filósofo judío de origen polaco Zygmunt Bauman empezó a desarrollar la tesis de que la sociedad actual había dejado de ser sólida para convertirse en líquida, debido a los cambios tan frecuentes que ocurrían en su interior y que exigían una adaptación continua. 

Si eso escribía Bauman hace 30 años, hoy su pensamiento se ha quedado anticuado y ya no es una sociedad líquida y fluctuante, sino una sociedad gaseosa, sin punto alguno de apoyo. Así lo ha reconocido el Papa en la audiencia de este miércoles. Estamos permanentemente en el aire. Además, los gases pueden ser buenos (el aire que respiramos, cuando no está contaminado, lo es), pero pueden ser venenosos. El de la actual sociedad -incluida una parte de la Iglesia-, lo es.

Por ejemplo, un adolescente norteamericano ha sido expulsado de su colegio por haberse atrevido a decirle a un compañero, en una conversación en el autobús escolar, que él creía que sólo era matrimonio la unión de un hombre y una mujer. Fue denunciado por opinar así, en una charla en un autobús, y finalmente fue expulsado. Esta sociedad que dice de sí misma que es muy tolerante, no acepta de ningún modo que alguien pueda discrepar de los nuevos dogmas que se ha dado a sí misma.

Otro ejemplo, que raya en lo ridículo. En Alemania, el presidente de la Academia de la Lengua Alemana -el equivalente a la Real Academia de la Lengua Española- ha sido también expulsado, pero en esta ocasión de la Iglesia católica. Ante los cambios introducidos por los obispos en la liturgia para adaptarse a las exigencias del colectivo LGBT, el mayor experto lingüista alemán, en función de su competencia, ha dicho que no eran correctos desde el punto de vista técnico. 

Sólo por eso, le han dicho que no puede pagar el impuesto religioso, lo cual equivale a declararle automáticamente apóstata en contra de su voluntad. Cuando la víctima ha pedido que se le permita pagarlo en otra diócesis para poder seguir siendo católico, le han contestado que no. A ese punto de esperpento hemos llegado.

Más ejemplos, a la escritora J.K.Rowling, autora de los libros de Harry Potter, no se le ha permitido asistir al acto conmemorativo del 20 aniversario del estreno de la primera película de la saga, por haberse atrevido a decir que era la biología y no el deseo de cada uno lo que determinaba si se era hombre o mujer. 

Aunque no es de extrañar, si se tiene en cuenta que Shakespeare también está bajo la lupa de los censores porque le acusan de ser machista y racista. Es lo que se conoce con el nombre de “cancel cultur”, que como aquellos censores del siglo XVII que pintaban pudorosos velos sobre los desnudos de Miguel Ángel, van ahora suprimiendo cualquier rastro de argumento políticamente incorrecto, provenga de donde provenga.

Menos mal que en algunos sitios aún queda algo de cordura. Por ejemplo, en Francia había sido denunciado el editor de una revista católica por incluir un texto recordando cuál es la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio. El tribunal le ha absuelto recordando que aún no es un delito pensar que el matrimonio es la unión de un hombre y de una mujer. 

O en Colombia, donde la Corte Constitucional ha tenido que intervenir contra el dictamen de un tribunal que había prohibido un vídeo de una youtuber en el que se decía que Dios creó al hombre y a la mujer para estar el uno con el otro, aunque en este caso la sentencia se haya basado más en argumentos de procedimiento que en el amparo a la libertad de expresión.

Recuerdo cuando, hace tan solo unos años, se nos acusaba a los católicos de intolerantes porque estábamos en contra del aborto, por ejemplo, y se nos decía: si no quiere usted hacerlo no lo haga, pero permita a los demás que lo hagan si quieren. 

Ahora, esos que nos llamaban intolerantes porque defendíamos la vida del inocente, no nos dejan ni opinar y quieren echar a la hoguera de sus vanidades incluso a Shakespeare, y con él a todos los que se atrevan a expresar una opinión diferente de la suya. Una sociedad donde la libertad de expresión es perseguida se ha convertido realmente en una sociedad gaseosa, pero de gases venenosos.