22 noviembre 2021

Los católicos y las ideologías

Jorge Burgos


Todo poder viene Dios y el cristianismo no es una ideología.

Conservadores, liberales, progresistas… Nos definimos por doquier ante el miedo de ser exiliados a la tierra de la irrelevancia ideológica. Es lo que tiene vivir en un mundo tan polarizado contaminado de un frentismo existencial. 

No somos conscientes de que cegados por unos prototipos políticos alejados de la fraternidad estamos avocados a caer por el precipicio de las intolerancias.

“No es posible tener como pareja a alguien que piense distinto a ti”, soslayaba un opinador twittero en la nube. Ese mensaje, aparentemente lleno de inocencia, representa muy bien el modo de pensar de una parte de la ciudadanía: El convencimiento de que uno solo puede juntarse con aquellas personas que piensan como él. Craso error. 

Levantando muros invisibles estamos convirtiendo a nuestro amigo en rival, y aunque parezca una hipérbole, lo que escribo ocurre en Cataluña desde que los secesionistas emprendieron la batalla por la independencia. Existen familias rotas por el procés, o allegados que no pueden hablar entre ellos de política por el miedo a que una palabra de más desemboque en un cataclismo que confluya en un cisma carnal.

Esta división existencial entre buenos y malos en el mundo relativista tiene como origen los intereses de la plutocracia en deshumanizar la realidad alineando a la ciudadanía para que esta sea más vulnerable ante la ola capitalista que nos asola. Un conglomerado empresarial que a su vez utiliza a los estratos sociales más sectarios con el fin de dividir a la ciudadanía con un conjunto de causas perdidas que ahora quieren ganar. 

Un enfrentamiento y una espiral de intolerancia que también ha absorbido a aquellos que deberían velar por lo contrario. Hablo de los católicos que pese a la condena de algunos pontífices como Gregorio XVI en su encíclica Mirari vos, publicada en 1832, al liberalismo o la repulsa de Pío XI al comunismo en su documento Divini redemptoris de 1937, se empeñan en enrolarse en algún marco mental independizándose del resto de los mortales que observan la realidad de una manera distinta a la suya. 

Me entristece escuchar a católicos cómo insultan a quienes piensan diferente, actuando con una especie de superioridad moral en lugar de obrar de manera pedagógica o abrazando a aquellos con una ideología distinta a la suya.

Precisamente el problema -tal y como destacaron los documentos papales a lo largo de la historia- las ideologías están fundamentadas en una conducta pecaminosa por el mero hecho de que, en lugar de fraternizar, excluyen a todos aquellos que discrepan en ciertas tesis. 

Todo lo que divide proviene del mal, por eso quizá el término ‘diablo’ etimológicamente significa “el que divide”. Por el contrario, todo lo que viene de Dios tiende puentes y no muros. Tenemos un problema de tolerancia en este mundo nuestro y los católicos no podemos dejarnos llevar por la oscuridad del sectarismo, sino más bien, debemos ser la luz del mundo, la sal que dé sabor a la tristeza de este mundo.

¿Acaso no nos acordamos de lo que hizo Jesús con aquella samaritana?