12 noviembre 2021

Año XVIII - Nº 1269

El Papa y el mundo

Editorial


Aunque sería más preciso que me refiriera al Papa y la cultura dominante en la sociedad occidental, que no es, ni mucho menos, la de la totalidad del globo, pero si aquella en la vivimos inmersos.

De una manera sistemática se celebra a Francisco por considerar que se encuentra mucho más próximo a los valores y concepciones que imperan sobre todo en Europa y Estados Unidos. 
Y se considera que éste es el buen camino que debe seguir la Iglesia para salir de su declive en Occidente. 

Planteado en estos términos, hay que decir que en todo esto hay una simplificación excesiva, en el mejor de los casos, o la voluntad de arrimar el ascua a la propia Sardina. Porque el Papa es, como todos los que le han precedido y antes que nada, Papa, y no un apéndice del mundo. Basta con situar dos elementos emblemáticos absolutamente antagónicos con la cultura dominante para constatarlo: el diablo y el aborto.

Quizás no habrán reparado en ello, pero Francisco es uno de los Papas post conciliares que más veces se ha referido a aquella figura personal del mal con mayúsculas en sus predicaciones. 

Por otra parte, y sobre el aborto, se ha referido a él en términos durísimos y en reiteradas ocasiones. La última con ocasión del vuelo de regreso desde Eslovaquia a Roma el pasado mes de septiembre, cuando declaró a los periodistas que le acompañaban: «el aborto es un homicidio» y quien practica un aborto es un «sicario» que «mata». Mas lejos del mundanal ruido que estos dos concepciones resulta imposible situarse.

Pero es que además, pretender que lo que va a salvar a la Iglesia es la concepción que ahora domina culturalmente en buena parte de Europa, y de una manera muy notable en España, es un absurdo sencillamente descomunal.

Muchas de las personas que, de una manera u otra, mantienen esta tesis de imitar al mundo occidental de ahora como vía de superar las dificultades eclesiales, son al mismo tiempo quienes más critican el conjunto de crisis acumuladas que esta misma sociedad desvinculada genera, y no resuelve, desde violencias sexuales de todo tipo al crecimiento desmesurado de adicciones y dependencias, de crecimiento de desigualdad y pobreza, a fracasos acumulados en como abordar las migraciones, el cambio climático, la destrucción de los creado, la ruptura de la solidaridad generacional, la emergencia educativa, el predominio de la cultura basura, la infelicidad en las inestables y cambiantes relaciones de pareja, el hundimiento demográfico y la progresiva conversión de Europa -y España de manera destacada- en un gran geriátrico. 

La lista es larga e incompleta. Y la cultura, los poderes políticos y mediáticos que han hecho posible este desorden, a pesar de un dominio extraordinario sobre la ciencia y la técnica ¿van a ser los maestros de esta otra sociedad que es la Iglesia?

La Sociedad Desvincula empezó a forjarse en Occidente a medianos del siglo XX y ha eclosionado en el actual, aunque como sucede con todo escenario histórico, puedan rastrearse más atrás, la Ilustración, la modernidad, parte de sus componentes. 

Pero su actual configuración tiene poco más de medio siglo. La Iglesia tiene más de 2000 años de experiencia, y siempre se ha renovado a partir de la fidelidad a sus acuerdos fundamentales. Siempre ha sido capaz de superar sus propios pecados, que son muchos, porque está habitada por seres humanos que son sus portadores, pero que posee la gracia de superarlos. 

Porque puede perder en un momento dado su eje -¿quién recuerda el periodo en el que llegaron a existir tres papas enfrentados?- pero siempre lo recupera porque funciona el tensor Cristiano del Espíritu Santo, que impulsa el buen horizonte de sentido, que no nace de la reflexión humana, sino que como muestran las Bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña, surge de la visión de Dios sobre el mundo, que en muchos aspectos poco tiene a ver con las aspiraciones mundanas. 

 ¿A qué mundanidad le cabe en la cabeza que sean bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es, nada menos, que el Reino de Dios?

El muro de Trump lo levantó Clinton

José García Domínguez


El entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la frontera con México. | Cordon Press

Otra vez el eterno chantaje emocional de siempre, esta vez dirigido y patrocinado por el último dinosaurio bielorruso de la era soviética, en las pantallas de todos los televisores a la hora del informativo: centenares de familias de inmigrantes ilegales tratando de asaltar por la fuerza la frontera de un país soberano que posee sus propias leyes migratorias. 

Ahora, la de Polonia. Y como siempre en estos casos, el inmediato recuerdo entre los comentaristas de la radical inhumanidad de Trump al promover la construcción del más célebre muro que, con permiso del de Berlín y también de la Gran Muralla China, haya existido jamás en el planeta. Intolerable, sin duda, lo del muro de Trump.

Intolerable, sobre todo, porque, tal como todo el mundo debería saber pero casi nadie sabe, resulta que el muro de Trump no es de Trump. Estos días se está haciendo por aquí mucha chanza a cuenta de algunos centenares de pobres idiotas yanquis, todos salidos de la muy psicodélica peña de los antivacunas y demás tarados conspiranoicos de QAnon, que se concentraron en Dallas a la espera de que un Kennedy resucitara de entre los muertos para afiliarse al Partido Republicano; sin embargo, nadie se ríe cada vez que se vuelve a repetir por enésima vez ante un micrófono español lo del siniestro muro del siniestro Trump.

Y nadie se ríe porque tampoco nadie pierde un par de minutos de su precioso tiempo en las redacciones de las grandes cadenas de televisión en explicar al respetable público que los Estados Unidos de México y los Estados Unidos de América comparten 3.200 kilómetros de frontera. Una frontera de 3.200 kilómetros, la que separa a los norteamericanos anglófonos de los norteamericanos hispanos, de la cual aproximadamente un tercio, 1.100 kilómetros para ser precisos, se ven surcados ahora mismo por un muro izado a instancias de los primeros.

Bien, pues resulta que ese muro, el horrible muro del horrible Trump, lo mandó construir un tal Bill Clinton. Al punto de que 600 de sus 1.100 kilómetros resultaron ser exclusiva obra personal suya. Luego, Bush Junior añadió por su parte otros 200, y Obama, por la suya, 115 más. ¿Y el malvado Trump? El malvado Trump, apenas 300. Pero aquí nos seguimos riendo a carcajadas de lo tontos y crédulos que son en USA.

San Francisco en Glasgow

P. Santiago Martín FM


Indignante: usan líderes mundiales más de 400 jets privados para llegar a cumbre climática En lugar de asistir en vuelos comerciales, como en los que envían a sus asistentes, los ’líderes mundiales’ que fueron a hablar sobre el cambio climático lo hicieron en jets privados. Saturaron el aeropuerto de Escocia y se estima emitieron 13 mil toneladas de emisiones de CO₂.

“I have a dream”, “Yo tengo un sueño”. Así empieza el más conocido discurso de Martin Luther King pronunciado en las escaleras del monumento a Lincoln en Washington en 1963. 

Pues bien, esta noche yo también he tenido un sueño. He soñado que San Francisco recibía un permiso especial de Dios y volvía a la tierra para participar en la cumbre de Glasgow sobre el clima. Había ido desde su Asís natal, donde está enterrado su cuerpo, usando medios públicos y no en uno de los sesenta aviones privados que han llevado a los grandes de la tierra al evento. 

Para hablar de la contaminación usan aviones que contaminan, cuando podían haberse ahorrado eso participando con una video conferencia, si es que no podían ir en medios públicos por razones de seguridad. Pero claro, lo que importa de verdad no es el clima, sino la foto electoral. El clima es sólo la excusa.

Al conocerse quien era, se le permitió a San Francisco ocupar la tribuna de oradores y se hizo un silencio expectante esperando sus palabras. Entonces el santo de Asís comenzó a desgranar el Cántico de las Criaturas, haciendo antes una introducción para explicar a los ignorantes que era un himno al Creador por parte de las criaturas que Él había creado y no un himno a las criaturas, divinizadas y colocadas en el puesto de su Señor. 

Insistió, en la introducción, en el amor que tenía a todas esas criaturas, como obras de Dios, y en especial a la tierra, a la que llamó primero “hermana” y luego “hermana madre”, para dejar claro que no había nada más alejado de su intención que considerarla una diosa andina, la “pacha mama”. Es una criatura -dijo el santo-, como lo es la “hermana muerte”, que a todos nosotros nos va a visitar para llevarnos a la patria definitiva, siempre que muramos en gracia de Dios, pues “¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!”.

Tras la introducción empezó a recitar su himno de alabanza a Dios, pero ya en el gran salón de reuniones habían comenzado los murmullos de desaprobación. Cuando terminó quiso añadir algo, a modo de conclusión. Con el arrojo y valentía que suelen tener los santos, habló a la distinguida audiencia de la necesidad de cambiar el estilo de vida. Les dijo que era imprescindible y urgente la conversión. Pero no sólo la conversión verde o la conversión energética o la conversión política, que son conceptos que se usan para pedir que se tomen medidas de carácter general, sino la conversión personal. 

No nos sentimos responsables de los pecados colectivos -dijo- y por eso no se hace casi nada. Hay que volver a plantearse las cosas desde la vieja y sana moral católica, hablando de los pecados personales y, en este caso, hay que pedir a todos y a cada uno la práctica de esa forma moderna de pobreza que se llama austeridad. Una austeridad que lleve a gastar lo necesario, pero no más. Una austeridad que alimente a la caridad, porque no se trata de gastar menos para tener más, sino para compartir más y ayudar a los que no pueden gastar ni siquiera lo mínimo para sobrevivir. 

Mientras San Francisco desgranaba su discurso, las voces de protesta iban aumentando en la sala, especialmente cuando utilizó el término “pecado”, que hizo removerse inquietos a muchos en sus asientos y llevó a otros a levantarse y salir del aula, diciendo que aquel modo de hablar era inadmisible. 

Claro que el malestar aumentó mucho más cuando el santo dijo que no entendía cómo se podían gastar tantos millones en viajes de turismo espacial, como los que están haciendo los muy ricos, mientras había muchísimos hombres muriendo de hambre.

En ese momento, mi sueño se transformó en pesadilla. El discurso de San Francisco fue interrumpido por los gritos de los espectadores y unos guardias de seguridad se lo llevaron a rastras a algún oscuro sótano para intentar aclararle a golpes de qué iban en realidad todas estas cosas del cambio climático. 

Antes de que los esbirros pudieran emplearse con él de manera convincente, me desperté. El sueño se había convertido en pesadilla. Pero, cuando me calmé, aliviado por el hecho de que San Francisco no estuviera siendo torturado por los tolerantes, unas palabras suyas quedaron flotando en mi mente y en mi corazón: vida eterna, criaturas que agradecen a su Creador, austeridad, caridad. Y ya no quise volver a dormir para no olvidarlas.

11 noviembre 2021

Pablo, Teo y el banco del parque

Javier Somalo


Pablo Casado y Teodoro García Egea en un desayuno informativo | Eduardo Parra / Europa Press

La historia de la derecha española desde la Transición es simple; dura pero simple.

Es José María Aznar el que refunda la derecha ante la urgente necesidad de construir una alternativa al imperante, y parecía que sempiterno, socialismo (diciembre de 1982—mayo de 1996).

Ante un bloque sólido de izquierda como el PSOE no se podía luchar con una coalición de partidos en la que continuamente reclamaban personalidad propia los democristianos, los conservadores, los liberales y hasta los socialdemócratas… y capitaneados nada menos que por Manuel Fraga Iribarne, que jamás estuvo cerca del poder nacional. Los Hernández Mancha, Verstringe, Alzaga, Herrero de Miñón provocaron profundas grietas por las que se fue perdiendo mucho combustible, y para desalojar a González hacía falta todo atisbo de energía.

La derecha, con las siglas que fuera, siempre había tenido esas fugas. La UCD, partido creado para gobernar porque había un Gobierno sin partido, no consiguió homogeneidad ni centro alguno por más empeño que se pusiera. Y era bien lógico: en la UCD había franquismo y antifranquismo recientes, cosa de la que nadie debería quejarse ni lamentarse, pues esa fue la gran proeza. Pero desde luego, después de arrimar el hombro para salir de una dictadura, poco más podían aportar sin destruirse. La UCD fue el fusible entre la dictadura y la democracia. Chamuscarse era su destino, su función. Criticarlo desde la actualidad es injusto y, muchas veces, cobarde.

Cerca de su ocaso, la UCD debatió si unirse a la AP de Fraga, si hacerse supercentrista con el CDS, si más liberales con el PDL... Desapareció sin más. Pero ya desde su gestación como partido, y precisamente por lo artificial de ese origen, malconvivieron azules con casi-rojos, juancarlistas con donjuanistas y liberales con intervencionistas convencidos. Y en cada rincón latía una ambición, un sueño de asalto al poder, un germen de traición. ¡Cuánta maldad al lado de tanta valía! Una verdadera lástima.

El 29 de mayo de 1980, durante el debate de la moción de censura que interpuso el PSOE contra el Gobierno de Adolfo Suárez, Alfonso Guerra dijo:

"La mitad de los diputados de UCD se entusiasma cuando oyen en esta tribuna al señor Fraga y la otra mitad lo hace cuando quien habla es Felipe González, pero hasta hoy todos votan al señor Suárez. A partir de ahora la historia lo dirá".

Aquella moción se sabía perdida en cuanto al resultado de la votación, pero todos eran conscientes, Suárez el primero, del desgaste letal que supondría, como así sucedió. Y Guerra tenía razón aunque pronto sucedería algo parecido en su partido. El caso es que la derecha española siempre ha tenido un componente suicida. También de cobardía y de envidia. Pero hubo épocas en las que era más comprensible que ahora.

Del originario PP de 1976, germen del centro político de la Transición, de la UCD creada para dar siglas a un Gobierno de urgencia tras la muerte de Franco, de la AP que siguió exhausta los pasos de Fraga y, finalmente del PP reconstruido por Aznar han entrado y salido habitualmente liberales, conservadores, democristianos y socialdemócratas. Muchos de esos tránsitos han generado sonoras crisis, una larga lista de bajas y el fin de estructuras completas como el caso de la UCD. Aznar frenó esa sangría en el PP cuando Fraga le pasó finalmente las riendas del partido tras la confusión de Hernández Mancha.

Cuando la izquierda flaquea, la derecha se disuelve

La izquierda de la moción del 80 era granítica. Tanto, que era única y exclusivamente ese PSOE que gobernaría después España durante 14 años. Aznar aglutinó las derechas en una, misma arma de la que se valió González para peinar canas en La Moncloa, como única forma de convertirse en alternativa. No hacía falta carisma, ni demasiada simpatía, ni parecerse a Felipe. Hacía falta un partido con ideas claras, antagonistas y desacomplejadas y alguien con pinta de cumplir la promesa de llevarlas a cabo.

A la vista está que la izquierda de ahora mismo, la que permite gobernar a Pedro Sánchez, dista mucho de ser un bloque y, sin embargo, el PP se incapacita para aprovechar la oportunidad porque está empeñado en abrir una crisis allí donde más éxito cosecha: en Madrid con Isabel Díaz Ayuso ¿Alguien lo entiende mientras Sánchez suspira de alivio?

La alternativa a Sánchez (PSOE, Podemos, Bildu, ERC…) es el PP de El Retiro. Son Casado y Teodoro tratando al PP como pide la izquierda para las instituciones. ¡Fuera el poder de Madrid! La líder del partido en Madrid, la que gana, no lo puede dirigir. Y sólo pasa en Madrid porque es la capital de España.

Teodoro podría haber estado en muchas de esas corrientes de la derecha que tradicionalmente no quiere ser derecha pero que figuran y pretenden transformar el partido. El secretario general presume de ser práctico, lo que significa, entre otras cosas, que hablar de ETA ya no interesa a nadie, que lo de los jueces independientes es una manía que no lleva a ningún sitio y que "los altos cargos en el PP" ya no están hechos "para los apellidos largos"

Esto último se lo dijo en una entrevista en 2018 a Daniel Ramírez en El Español, cuando presumió de haberse inventado el nuevo PP "en un banco de El Retiro" así como "Google nació en un garaje". Igualito, no sé cómo no se nos ocurrió antes... La frase sobre los apellidos bien podría ser de Pablo Iglesias, el convenientemente apelado por la del apellido largo y exactamente por ese motivo, el de los orígenes de cada cual. Así que el PP de Teodoro actuó en consecuencia y la del apellido largo vio acortada súbitamente su prometedora trayectoria en aras de una nueva forma de hacer política. Verstringe, Alzaga, Teodoro… La derecha.

Según algunos testimonios es en ese mismo banco de madera donde Teodoro admite ante el propio Casado que tiene otras alternativas para suceder a Rajoy si no se decide pronto. Si estaban solos y trascendió será porque o uno o el otro se lo contaron a alguien. Y si es cierto, que tiene toda la pinta, no cabe más ambición. Por eso sigo creyendo que buena parte de la zozobra pepera es de origen murciano aunque la responsabilidad recaiga íntegramente, como debe ser, sobre el pretendido líder.

Últimamente hay motivos para repartir algo más la culpa. José Luis Martínez Almeida, alcalde la ciudad donde la que gana no puede dirigir al partido ganador, ha pasado de ser piñón a palo en la rueda. Sin cambiar de gesto, sin perder la sonrisa. ¿Alguna promesa? ¿habrá probado el banco de El Retiro? ¿Miedo o ambición? Por otro lado, ¿qué piensa el alcalde de Madrid, cuáles son sus ideas políticas? Mientras trascienden, mutan o se ocultan, ya son tres contra una, la que gana, la del apellido corto.

¿Hay una mitad del PP mirando a Vox (deberían) y otra al PSOE, como decía Guerra de la UCD cuando estaba a punto de finiquitarla? ¿Cuántos partidos hay en el PP, cuántas formas distintas hay de pertenecer al PP, cuántos pepés nos quedan por sufrir?

La terrible conclusión es que el PP que podría ganar unas elecciones es uno que acabó herido de muerte en la era Zapatero y que prolongó su agonía —consciente y autoimpuesta aun ganando elecciones— bajo el pesado manto de Mariano Rajoy. Entonces quedó dividido en varios partidos que se vieron obligados a cubrir vacíos ideológicos en Cataluña, en el País Vasco y en el olvidado y yermo mundo de las ideas. Aquello que en su momento se unió, terminó por escindirse, pero no en un proceso inverso, pues antes no era uno, sino como fruto de un terrible fracaso.

Cayetana Álvarez de Toledo sacudió conciencias e Isabel Díaz Ayuso ganó elecciones jugando magistralmente la baza de la convocatoria contra una maniobra de Ciudadanos y el PSOE. A ambas las buscó y encontró Pablo Casado. Es imposible de comprender el resto. No sé si se dejarán ver, en ese mismo banco del enorme parque madrileño, Teodoro y Pablo, quizá ya con Almeida, los lunes al sol, contándose las deformadas batallitas de por qué aquello no pudo ser.

Algunos en el PP empiezan a merecerse una dedicatoria a lo Greta Thunberg.

El PSOE ha sido un partido cuajado de masones. Ahora, pretenden recuperar la Gran Logia de España

Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá


La Masonería ha resultado una de las instituciones más nefastas para el país, pues ha sido protagonista de los acontecimientos más desgraciados de la Historia de España de los últimos siglos.

Los socialistas pretenden hacerse con el control de la Masonería en España. 

Se acaban de anunciar las elecciones para designar al Gran Maestro de la Gran Logia de España y han presentado sus candidaturas dos socialistas. Uno de ellos es el senador por Vizcaya Txema Oleaga, al que por cierto no le han hecho mucho caso los periodistas. Y el otro es un famoso concejal de Baleares, Adolfo Alonso Carvajal, al que bastantes medios de comunicación le han entrevistado, porque parte como favorito. Ya saben, queridos lectores, que en más ocasiones de las deseadas la libertad de información consiste en correr presurosos en socorro del vencedor.

Adolfo Alonso Carvajal ha salido al paso de los malpensados y se ha despachado con la siguiente declaración: “No quiero que la sociedad piense que existe una maniobra política en la Gran Logia de España, porque no existe. No hay vínculos entre la Masonería y el partido socialista”.

Cuando leí las líneas que les he transcrito, mi recuerdo se ha trasladado a una película que me ha hecho reír de lo lindo cada vez que la he visto. La cinta está basada en la obra de Enrique Jardiel Poncela titulada Los ladrones somos gente honrada.

Así es que tras la candorosa y convincente declaración del aspirante socialista a tan alto cargo masónico, se me ha ocurrido que el lema de la campaña electoral masónica del socialista Adolfo Alonso Carvajal o, lo que es lo mismo, la campaña electoral socialista del masón Adolfo Alonso Carvajal, parafraseando el título de la película citada, bien podía ser este: Los masones socialistas somos gente honrada.

La película está interpretada magistralmente por Pepe Isbert, en el papel del tío de Castelar, representado por José Luis Ozores. Una de las escenas más notables es la del discurso de Pepe Isbert en el Rastro de Madrid, mucho más convincente que la declaración de Adolfo Alonso Carvajal, porque Pepe Isbert sabe mantener la atención de la concurrencia que le escucha ensimismada, lo que aprovecha Castelar para robar a los que hacen corro.

¡Ah…, que no se lo creen ustedes! Eso es porque no han visto la película. Se lo transcribo para que vean que la veracidad de la declaración del socialista masón está muy por debajo de la del discurso de Pepe Isbert, que se expresa en estos términos al comenzar la película: “Y ahora la tortuga africana, cazada por un servidor de ustedes en las selvas del Orinoco, va a dar un triple salto mortal para demostrar a cualquiera de los que me escuchan, ya sea joven, persona o militar, que el animal es algunas veces superior al hombre”.

Y si la primera parte de la declaración del socialista que pretende convertirse en el Gran Maestro de la Gran Logia de España, les ha parecido lo que yo me imagino, les copio lo que dijo a continuación, a ver a qué les suena: “Con absoluta seguridad y certeza, los políticos dentro de la Gran Logia de España no están actuando de forma coordinada, ni como políticos ni como miembros del mismo partido. Nosotros no hablamos ni de religión ni de política en las logias, solo nos respetamos, y estamos en paz, porque buscamos más lo que nos une en lo esencial que las ideas de cada uno”.

Lo que afirma el socialista Adolfo Alonso Carvajal de la armonía y la paz masónicas es falso, mucho más falso todavía que lo del triple salto mortal de la tortuga africana de las selvas del Orinoco. Por lo que ya sabemos de la historia de la Masonería en España, nos permite calificarla como una de las instituciones más nefastas, por haber sido protagonista de los acontecimientos más desgraciados de la Historia de España de los últimos siglos.

El domingo pasado les contaba una faceta de la persecución religiosa en la España del siglo XIX: las matanzas de frailes de los años 1834 y 1835. El historiador Vicente La Fuente dice a las claras que los asesinatos de los frailes fueron “obra de francmasones y comuneros combinados”.

Por su parte, el que fuera fiscal de la Audiencia Territorial de Madrid en 1834, Laureno de Jado, confesó al final de su vida la verdad de lo ocurrido, que los crímenes habían sido “obra de los exaltados en la política de las sociedades secretas”. Y Francisco Martínez de la Rosa (1787-1862), que presidía el Gobierno cuando se produjeron los asesinatos de los frailes, ha dejado por escrito lo siguiente: “fue público y notorio que aquella catástrofe fue obra de las sociedades secretas para precipitar la revolución y arrojar del mando al partido moderado, aprovechándose del terror que difundió la aparición repentina del cólera, inventando lo del envenenamiento de las aguas como otras cosas absurdas que inventaron en otras capitales”.

Y no se piense que el sectarismo antirreligioso es algo exclusivo de los masones de España, pues el odio contra la religión y especialmente contra la religión católica es una característica propia de la Masonería, como magistralmente ha demostrado en uno de sus libros el profesor Alberto Bárcena.

En este sentido es bien elocuente lo sucedido en Francia a finales del siglo XIX y principios del XX. El ascenso a la presidencia del Gobierno francés de Émile Combes (1835-1921), en junio de 1902, supuso una nueva persecución para la Iglesia en Francia. Combes había sido un seminarista de un talante intransigente que llegó a doctorarse en filosofía escolástica. “La revolución —llegó a escribir en estos años— que comenzó por la declaración de los derechos del hombre ha de terminar proclamando los derechos de Dios”. Pero sus superiores no le admitieron a la recepción del subdiaconado y abandonó el seminario, dando un giro radical a su vida: “En esta época —manifestaba tras la mutación— en que las antiguas creencias más o menos absurdas y en todo caso erróneas tienden a desaparecer, los principios de la vida moral se refugian en las logias”.

Pues bien, Combes, que ya durante el pontificado de León XIII (18787-1903) había comenzado sus ataques contra las órdenes religiosas, en junio de 1904 rompió relaciones con la Santa Sede y suspendió el Concordato vigente desde 1801. Daba así un primer paso para, de manera unilateral, fijar un nuevo estatuto a la Iglesia en Francia, que es lo que se conoce como la Ley de Separación de la Iglesia y el Estado francés de 1905. 

Pocos días después de la ruptura de 1904, se presentaron varios proyectos de ley y comenzaron los trabajos parlamentarios. Sin embargo, Combes no pudo ver aprobada esa ley como primer ministro, pues fue apartado del gobierno al descubrirse el "escándalo de las fichas" o ficheros secretos de funcionarios y militares a los que de un modo arbitrario se les podía ascender o paralizar su carrera, en función de su posición favorable a la Masonería. 

Y Combes fue presidente del partido radical socialista, desmintiendo lo que dice Adolfo Alonso Carvajal de que la Masonería y el socialismo no tienen ninguna relación.

La Ley de separación de 1905 no reconocía a la Iglesia personalidad jurídica, por lo que dejaba de ser sujeto de derechos. En consecuencia, todos los bienes de la Iglesia en Francia quedaron sin propietario, por lo que había que crear un nuevo dueño para esos bienes y se quiso buscar en unas futuras sociedades que se denominaron "asociaciones cultuales", por referirse al “culto” religioso.

Las asociaciones cultuales, compuestas por laicos, recibirían su capacidad de la ley civil; a la vez, el texto legal prohibía la intervención de la jerarquía eclesiástica en ellas. De este modo, se arrebataba a los católicos un derecho natural inalienable, pues tal disposición legal suponía que el derecho a la práctica de la religión emanaba del Estado, además de arrojar a los católicos franceses a la anarquía religiosa y al cisma, porque esas asociaciones cultuales y solo ellas serían las que podrían disponer de los lugares de culto, al margen o en contra de lo que pudiera decir el párroco o el obispo. Por último, la ley daba un plazo de un año para constituir las asociaciones cultuales, porque de no hacerlo así el Estado se apropiaría de todos los bienes de la Iglesia.


Nadie dudaba de que la amenaza iba en serio. Ante la posibilidad de perderlo todo, el Gobierno francés estaba convencido de que el Papa mandaría de inmediato a los fieles franceses que constituyeran las asociaciones cultuales. Esos eran sus cálculos, pero San Pío X (1903-1914) se expresó así de claro: “Sé cuántos andan preocupados por los bienes de la Iglesia. A mí solo me inquieta el "Bien". Perdamos las iglesias, pero salvemos la Iglesia. Miran demasiado a los "bienes". El 13 de abril de 1908 comenzó la incautación de todos los bienes, por lo que la Iglesia en Francia perdía todo su patrimonio en bienes muebles e inmuebles y por supuesto, se retiró la subvención que el clero venía recibiendo desde 1801, según lo acordado en el Concordato. Al igual que sucedió durante la Revolución Francesa del siglo XVIII, la Iglesia era despojada de todas sus pertenencias. En las páginas del Journal Officiel de 1908 se pueden consultar las largas listas de tantos lugares de culto y objetos religiosos que fueron a parar a manos particulares. La Primera Guerra Mundial sorprendió al Gobierno francés elaborando nuevas leyes anticlericales para tapar cualquier resquicio, por pequeño que fuera, por el que la Iglesia se pudiera hacer presente en la sociedad francesa.

Por otra parte, los datos que conocemos de la Masonería en España durante la Segunda República dejan también en evidencia al socialista Adolfo Alonso Carvajal, cuando afirma que no existe conexión entre la logias y la política.

En 1931 no eran muchos los masones que había en toda España, según los datos de la profesora Gómez Molleda, solo había 2.700 masones. Pero los pocos que eran tuvieron una representación desproporcionada en la Cortes Constituyentes de 1931, en las que nada menos que 151 diputados eran masones. Concretamente el 30% de los diputados del PSOE y el 57% del partido Radical Socialista eran masones.

Como para que a estas alturas nos venga contando Adolfo Alonso Carvajal que no hay conexiones entre la masonería y el PSOE. La verdad es que, como le dice Castelar a su tío en una de las últimas escenas de Los ladrones somos gente honrada, cuando van a asaltar la caja fuerte, lo que hay entre el PSOE y la Masonería es que “¡Aquí hay mucho tomate, pero que mucho tomate… Pero qué clase de tomate!”.









10 noviembre 2021

Y Dios creó a la mujer

José de Cora



Al hombre también, pero más a la ligera

A fuerza de leyes asumidas como propias por los aliados para garantizar su supervivencia, Irene Montero conseguirá los próximos meses que las españolas puedan abortar sin estar embarazadas.

Es tal su pasión teocrática por asimilarse a los héroes de la Biblia que hará vivíparos a los ovíparos, carnívoros a los herbívoros y hermafrodita al macho cabrío.

Solo por decreto, claro, que la pobre más allá no alcanza. Digo pobre en sentido craneoencefálico del término, pues a todos nos consta que de bolsa está suficientemente surtida. Tanto es así, que si se le aplican los nuevos criterios sobre plusvalía le quitan la hijuela. El maridojuelo no se lo pueden quitar porque ya no lo tiene, o eso dicen las fuentes generalmente bien informadas, que a saber tú cómo se organizan estas parejas parientes del mono, o monoparentales.

A mí no me importaría nada que también nos dejase abortar a los hombres, porque sería señal de que podemos quedar preñados y salir a la calle gritando como descosidos: Nosotros parimos, nosotros decidimos. Toma igualdad.

Pero no creo que ni así decidamos nada, porque desde que han soltado a esta panda por la Administración adelante, hasta los guionistas de las series se lo piensan dos veces antes de poner a un hombre de protagonista.

_ ¿Hacemos una biopic de Leonardo da Vinci?

_ Demasiado machismo. Mejor, de su mujer.

_ ¡Pero si era célibe!

_ Pues de su tía.

Las aportaciones de Irene Montero a la diversidad biológica pueden dejar chiquitos a Mendel y Darwin juntos, y es tal su celo en que nada se escape a su dominio sobre el mundo de los géneros, los feminismos y la carantoña 29, que ya ha exigido a Sánchez un protocolo de alarma para actuar en caso de que de que ocurra una apagona.

Nos eutanasiaron mientras sinodalizábamos

Pablo J. Ginés


En la serie de ficción El Juego del Calamar, muchos firman un documento en el que autorizan a que les maten... la eutanasia, como los gladiadores, es volver al paganismo.

ReL publica (aquí) que empieza a nacer una Alianza por la Medicina Hipocrática en EEUU, que parece ecumenismo del bueno, hacer cosas buenas juntos por la vida, para defender a los amenazados por el aborto y la eutanasia.

Por el momento, la cosa empieza con un manifiesto que dice que el aborto es quitar la vida bárbaramente y no es cuidado médico en absoluto, y recuerda que aún hoy 9 de cada 10 ginecólogos en EEUU se niegan a hacer abortos.

Lo firma la Asociación de Médicos Católicos de EEUU, junto con una plataforma de asociaciones médicas cristianas (protestantes, sobre todo), el Colegio de Pediatras que nació hace unos años para enfrentarse a la ideología de género y la asociación de médicos cristianos coptos.

Se me saltan las lágrimas. En EEUU tienen hasta asociación de médicos coptos y en España no tenemos ni asociación de sanitarios católicos.

¡Hasta Portugal tiene una asociación de médicos católicos con más de 100 años! Y en Francia una desde 1959.

Mientras en Estados Unidos los médicos que aman a Cristo se organizan cada vez mejor para defender la ética hipocrática, en España la respuesta organizada de los médicos y sanitarios es, por ahora, muy, muy floja (salvando un par de portavoces valientes).

Hay obispos españoles con títulos de medicina, pero aunque llevamos 2 años con la eutanasia cambiando nuestra civilización y cancelando a Hipócrates al estilo woke, no veo a los jerarcas animando a los sanitarios a organizarse.

Obispos y jerarcas ni siquiera parecen capaces de organizar misas blancas (para médicos y enfermeros, con bata), algo más que común en muchos países.

A algún jerarca lo veo predicando de flores y lirios y hablando de santidad personal (que sí, que siempre hace falta, pero ya lo sabíamos)... cuando lo que toca ahora es comunidad y asociacionismo y organización para servir y dar fruto.

Hay cristianos [coloque aquí un adjetivo juanmanueldepradiano] que se escandalizan en cuanto oyen hablar de "lucha" o "batalla".

Pero Jesús o San Pablo usan ese lenguaje porque representa bien la realidad y es didáctico, y nos ayuda a entender y esforzarnos por el bien.

Jesús pone el ejemplo de un rey que se preparaba para ir a la guerra, pero que antes se sentaba a calcular, con astucia y realismo, si tenía suficientes tropas, o si le convenía negociar una paz adecuada. Jesús demuestra así que no pasa nada por hacer metáforas militares. De verdad que no es pecado.

San Pablo nos exhorta así (en Efesios 6): "Tomad las armas de Dios para poder resistir en el día malo y manteneros firmes después de haber superado todas las pruebas. Estad firmes; ceñid la cintura con la verdad, y revestid la coraza de la justicia; calzad los pies con la prontitud para el evangelio de la paz. Embrazad el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del maligno. Poneos el casco de la salvación y empuñad la espada del Espíritu que es la palabra de Dios".

La verdad, la justicia, la fe, la Palabra que golpea y corta como una espada... son las armas, porque hay una batalla.

El soldado en el que todos pensaban cuando Pablo predicaba estas palabras no era un guerrero solitario, sino un legionario, parte de un ejército magníficamente organizado. Hay gente que le suena raro el vocabulario "militar" de la Legión de María, por ejemplo, pero estamos hablando de un movimiento que acaba de cumplir cien años, que da mucho fruto y que tenía aterrorizado al Partido Comunista Chino, simplemente porque creaba comunidades fuertes y organizadas. Por eso fue perseguido de forma inmisericorde y llenó China de mártires.

Cada día veo en prensa docenas de noticias generadas por el incansable lobby eutanásico que es, en España, Derecho a Muerte Digna. Colocan sus mensajes eutanásicos, quejas, antitestimonios, dogmas y suicidios con música y churros en prensa local, regional, nacional, en RTVE, etc...

En cambio, no veo los mensajes de la Coalición para Prevención de la Eutanasia en ningún lugar. ¿Por qué? Porque en España NO EXISTE tal asociación.

Un periodista que quisiera preguntar a médicos contrarios a la eutanasia en España... ¿a qué entidad debería acudir?

El Colegio de Enfermería de Jaén dice que tiene un estudio -que no he podido ver- según el cual sólo 1 de cada 4 enfermeras de Jaén estaría dispuesta a objetar a la eutanasia, y que el 60% o más de las enfermeras de Jaén serían entusiastas eutanasiadoras. Hablamos de Jaén, la provincia con más porcentaje de bodas católicas de España y probablemente la más religiosa del país.

¿De verdad hemos de creernos esas cifras?

¿Qué responde la asociación de Enfermeras Católicas? Ah, es que no existe.

¿Y qué dice la Asociación por una Enfermería Hipocrática? Tampoco existe.

¿Y la Asociación Andaluza de Sanitarios Provida? Tampoco existe.

Mientras los lobbies anti-vida o anti-familia lanzan sus cifras y sus supuestos estudios, ni la Iglesia ni los grupos provida ofrecen estudios alternativos (excepto RedMadre, que cada año ofrece cifras sobre asistencia a embarazadas y análisis sobre ayudas públicas; el Servicio Jesuitas a los Migrantes tiene un estudio sobre las vergüenzas de la atención a migrantes en la España del PSOE-Podemos, pero tampoco circula mucho).

La Iglesia española tiene montones de universidades católicas pero no hace sus propios estudios sobre casi nada y depende de las cifras que le dan sus enemigos.

Según el CIS que dirige el socialista Tezanos, en los dos últimos años se habrían perdido más católicos que en los 20 precedentes: habríamos pasado del 67% de población católica en enero de 2020 a un asombroso (o increíble) 55% en octubre de 2021.

¿Nos lo creemos? No tenemos nuestras propias cifras, consumimos las que nos pasan ellos, los que no nos quieren mucho...

Hay muchas cosas feas y malas contra la vida y la dignidad en Occidente, pero la mayoría son viejos conocidos, problemas de siempre. Abusar de los pobres, de los migrantes, de los ancianos... es malo, pero siempre ha estado ahí, siempre lo hemos combatido.

Pero la eutanasia es una novedad. Es un cambio de civilización. Es como volver a legalizar la esclavitud o los duelos de gladiadores. De hecho, es algo que ya sugiere El Juego del Calamar: si tengo un tumor y me puedo eutanasiar, ¿por qué no ganar un dinerito para mi familia participando en un juego mortal? Si uno puede decidir cómo matarse, ¿por qué no todos?

Esas cosas pertenecen a la misma categoría que la eutanasia: al viejo paganismo, que se alimenta de la ley del más fuerte y de sacrificios humanos. Y de la persecución a los cristianos, evidentemente, por molestos.

No es tan antiguo: el Japón imperial en pleno siglo XX, con aviones y electricidad, cometía horrores bioéticos mientras pedía quemar incienso y venerar al Emperador como un dios.

Estos japoneses mataron a unos jesuitas españoles en las islas Marianas, probablemente por haber visto demasiado, e hicieron desaparecer sus cuerpos al final de la Segunda Guerra Mundial. (Pedro Sánchez dijo que iba a investigar las víctimas de los totalitarismos del siglo XX, pero no le veo yo buscando jesuitas en las Marianas).

La eutanasia es un cambio de civilización y la Iglesia española reacciona con un servicio de mínimos, como si fuera una cosilla más...

Se necesita acción y organización. Y nuestros obispos y jerarcas y otros líderes religiosos están distraídos con charlas sinodales para cubrir el expediente, que es la autorreferencialidad que tanto critica el Papa Francisco, con toda la razón.

Nos van a eutanasiar mientras nos distraemos sinodalizando.

Crear riqueza o repartir miseria

Jesús Cacho


La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, y el ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá. Europa Press

"Tengo un empleado que se pone enfermo cada vez que juega el Atlético de Madrid. Si el partido es de Liga, indigestión; si toca Champions, dolor de cabeza, y si la cosa va de Copa del Rey, mareos o náuseas a elegir. 

Con su esposa, forma un matrimonio bien avenido que se acopla de maravilla a la hora de caer enfermo cada dos por tres; las breves mejorías duran el tiempo necesario para poder pedir un anticipo, acontecimiento que viene acompañado de fuertes recaídas una vez cobrado el mismo. Tampoco me faltan los enfermos crónicos discontinuos, gente que se pone mala los fines de semana o desaparece dos o tres días después de cobrar, circunstancia que te justifican con alguna enfermedad leve sobrevenida. 

Y luego está el auténtico campeón, el profesional doctorado en bajas médicas, ese experto en acumular años de baja sin que tribunal médico alguno logre desanimarlo ni Mutua achantarlo. Dispongo de un caso real, con nombre y apellidos, que lleva ocho años por este sistema sin dar palo al agua".

Así resume su situación un empresario madrileño del sector servicios, con varios cientos de empleados en nómina. "En sectores como el mío, la baja médica ha dejado de ser una contingencia obligada por enfermedad del trabajador para convertirse en unas vacaciones pagadas a pachas por la empresa y la Seguridad Social. La picaresca es la norma y la necesidad, la excepción. 

Una vergüenza en la que participan activamente los sindicatos, sin cuya colaboración no sería posible este atraco. La operativa es conocida: 'o me da usted lo que reclama mi afiliado o se da de baja', así funciona, de modo que un trabajador no está de baja cuando el facultativo lo prescribe, sino cuando la reclama porque le da la gana o le conviene. 

Es una consecuencia de haber derogado el artículo 52.d del Estatuto de los Trabajadores que permitía el despido objetivo por acumulación de bajas médicas. Qué duda cabe de que habrá despidos injustos de gente realmente enferma, pero para eso están los tribunales (los juzgados de lo laboral, ese mercado de abastos de Princesa 3, en Madrid, donde mal se le tiene que dar al currito para que no salga por la puerta grande cortando orejas y rabo, obligado como está el empresario, además, a soportar la carga de la prueba). 

Así que no queda otra que seguir tragando, y no solo al empresario, que perdería aún más si pretendiera pleitear en un juicio perdido de antemano, sino también al trabajador honesto que cumple su deber y paga sus seguros sociales para que otros vivan a cuerpo de rey sin dar palo al agua".

Esta es solo una parte de la realidad que soporta a diario cualquier pequeño y mediano empresario (los del Ibex son cosa aparte), un empeño realmente vocacional, con altas dosis de masoquismo, que obliga a quien lo elige a soportar la incomprensión de una parte importante de la sociedad y la sospecha del Gobierno de turno, de derechas o de izquierdas, para quien no pasa de ser un objeto sospechoso al que freír a impuestos, además de un defraudador nato al que perseguir sin piedad. 

Ahora, la ministra de Trabajo, esa maravilla rubia, antes morena, hija del dirigente de CC.OO. de Galicia, prepara una reforma laboral que, en el fondo, no persigue sino dar más poder a los sindicatos, ese colectivo que a duras penas logra reunir unos miles de simpatizantes cada Primero de Mayo y no sin antes pasar lista entre sus "liberados", vale decir poner al empresariado a los pies de CC.OO. y UGT con una legislación laboral que recorte su capacidad de acción y ponga en riesgo la propia viabilidad de la empresa.

Nadie sabe en qué terminará esta farsa, la comedia bufa en que se ha convertido el supuesto enfrentamiento dentro del Gobierno entre la tropa socialista y la podemita. Las últimas noticias apuntan a que tanto Sánchez, a quien en el fondo le gusta la "revolución" que persigue eternamente Yolanda, como la propia reina roja están dando marcha atrás en sus pretensiones iniciales, obligado el presidente a seguir los dictados de la Comisión Europea si quiere recibir los fondos comunitarios con los que espera apalancarse en el poder al menos durante una década. 

Y no es que a los burócratas de Bruselas les importe tanto nuestra tasa de paro como el previsible escándalo que supondría entregar unos fondos cuyo destino final no sería muy distinto al de los Planes E de Zapatero y demás aventuras corruptas. Estemos ante una reforma light (como parece previsible) o más bien dura, la realidad es que la presión sobre las empresas no deja de crecer. Raro es el día en que una nueva amenaza no se yergue sobre el colectivo empresarial. 

Esta semana ha sido el ministro para la Seguridad Social, José Luis Escrivá, quien ha anunciado, llueve sobre mojado, la subida de las cotizaciones sociales en medio punto para ayudar a pagar las pensiones de los llamados "babyboomers" (empiezan a jubilarse a partir de 2022), una medida que estaría vigente durante 10 años, dice su señoría (y no hay forma de creerle, sabiendo cómo lo contingente se convierte en permanente en este país) y que apenas lograría recaudar unos 17.000 millones en la década, cifra inferior en más de 3.000 millones a lo que el próximo 25 de noviembre gastará la Seguridad Social en abonar las pensiones del mes de noviembre y la extraordinaria de Navidad.

Que la cantidad sea modesta en términos globales no empece su significado como nuevo obstáculo, uno más, a la actividad empresarial, en tanto en cuanto aumenta los costes laborales, reduce la competitividad empresarial y retrae la contratación de nuevos trabajadores.

Es sabido que las empresas españolas soportan uno de los costes sociales más altos de la OCDE, al punto de que solo cuatro países (Francia, Chequia, Italia y Suecia) superan el tipo de cotización (porcentaje aplicable a las bases para la obtención de las cuotas de la Seguridad Social) del 29,9% vigente en España, para una media OCDE del 17,2%. 

Es verdad que en Francia ese porcentaje es aún superior, nada menos que del 35,9% (lo cual explica en buena parte los problemas estructurales galos), pero la comparación es proporcionalmente desfavorable a España al tomar en consideración el sueldo medio francés, bastante superior al español. Y otro tanto ocurre si se toma el PIB como medidor de referencia. 

En consecuencia, el empresario trata de contrarrestar los efectos de ese "impuesto al empleo", como se han definido las cotizaciones sociales, contratando menos gente y recortando salarios, que serían un 29,9% superiores, antes de impuestos, en caso de no existir ese pontazgo.

"Las cotizaciones a la Seguridad Social por parte de los empresarios, sin incluir autónomos ni trabajadores, suponen un 8,3% del PIB. Es decir, superan a todo lo que se recauda por IRPF. ¿Es realmente sensato plantear una subida?", se pregunta Miguel Sebastián

De modo que cualquier subida de cotizaciones se traduce, antes o después, en menores salarios y en menos empleo, una de las razones que explica las llamativas cifras de paro españolas, ahora mismo en el 14,6% de la población activa a pesar del favorable comportamiento del empleo en los últimos meses, frente una media de la UE del 6,9%, porcentaje que rondaría el 5% si de esa media se excluyera a España. 

Las consecuencias las paga el empleador (el 23,6% de aquella cuota corre a su cargo) y las paga el trabajador (que abona el 4,7%), quien, además de mermado su salario, ve reducida la oferta de nuevos y buenos empleos, y las paga el propio país, las paga España, cuya economía avanza lastrada por una legislación que penaliza la actividad económica.

Son legión los empresarios españoles que esta semana se han acordado, y no para bien, de José Luis Escrivá, un oportunista de manual, un independiente enragé, según el listo de Álvaro Nadal, durante el Gobierno Rajoy que lo situó al frente de la AIReF, y que devino en ferviente socialista en cuanto Sánchez llegó a Moncloa, un Sánchez que por fin dio curso a su ambición por medrar haciéndolo ministro. 

Escrivá sabe de sobra que el futuro de las pensiones no se solucionará poniendo un nuevo dogal en el cuello de las empresas españolas. Y sabe también que, a falta de decisiones de más enjundia, tipo mochila austriaca, habrá que ir subiendo de forma paulatina la edad de jubilación conforme a las nuevas realidades demográficas, y habrá, entre otras cosas, que volver a introducir ese factor de sostenibilidad que tan dogmáticamente se cargó este Gobierno por haber llegado de la mano del PP. Desde luego no se arreglará subiendo las pensiones con fines electorales e indiciándolas al IPC, es decir, agravando los problemas de base.

No hay país de la UE donde las empresas reciban un trato más hostil por parte de su Gobierno que en España, algo que solo se explica por puras razones ideológicas. Para muestra, el botón del titular que Mercedes Serraller publicaba aquí esta semana: Sánchez prometió a Bruselas una reforma laboral sin "obstáculos desproporcionados a las empresas", ello dentro de los documentos del Plan de Recuperación remitido a la CE y que Moncloa se niega a hacer públicos. 

Toda una confesión de parte de quien considera a los empresarios como sus enemigos naturales, en lugar de como indispensables aliados para el desempeño económico del país que preside. La obsesión de Sánchez y de Yolanda, la nueva Phasionaria de la izquierda comunista, se llama ahora temporalidad. Hay que reducir la temporalidad, ciertamente excesiva, del mercado de trabajo español. 

Pero acabar con ella a cualquier precio, en una economía conformada por pymes y dependiente de un sector servicios (básicamente el turismo) de una estacionalidad manifiesta supondrá de nuevo, si Bruselas no lo remedia también, destrucción de empleo y aumento del paro. Al fin y a la postre, no hay mayor precariedad que la de estar mano sobre mano.

Parece que no habrá cambios en los costes del despido fijados por la "abominable" reforma laboral de 2012. Manda Bruselas. En las causas objetivas seguirán vigentes los 20 días de sueldo por año trabajado, con el tope de una anualidad, y en el caso de despido improcedente, que es el que suelen fijar los jueces de lo "social" por sistema, valdrán los 33 días establecidos por la reforma Rajoy. ¡A ver cómo explicas esta bajada de enaguas, querida Yolanda, a tus compis de Comisiones! 

En la progresista Dinamarca, el coste del despido es casi nulo y el subsidio de desempleo está condicionado a la asistencia a cursos de formación, a buscar activamente trabajo y a aceptar la primera oferta que se recibe. Una serie de condiciones que, en general, rechaza nuestra izquierda, en el fondo profundamente franquista aunque finja ignorarlo. 

Y está por ver lo que ocurre con el otro gran caballo de batalla, la prevalencia de los convenios sectoriales sobre los de empresa, el otro bloque de cemento atado al cuello del que se liberaron las empresas tras la reforma de 2012. "¿Por qué si la justicia persigue la cartelización empresarial de precios que opera en contra de la libre competencia, no hace lo propio con los convenios sectoriales?", se preguntaba Jesús Banegas en un esclarecedor alegato publicado aquí hace escasas fechas.

Aurelio Medel, un antiguo alto cargo del Santander, publicaba este viernes un interesante artículo en Cinco Días en el que, tras pasar revista a las grandes magnitudes de nuestra economía, aseguraba que "los problemas de las cuentas de España se resolverían de un plumazo si el sector privado empleara a 18,5 millones de personas, en vez de 16,5 millones. El impacto sería aún mayor si esos dos millones de nuevos empleos salen de la lista de 3,5 millones de parados. Esta creación de empleo, que requiere de varios años de fuertes tasas de crecimiento, multiplicaría los ingresos por cuotas a la Seguridad Social, con lo que se salvarían las pensiones a corto y largo plazo, aumentaría los ingresos por impuestos…". 

Imposible no estar de acuerdo. Esa sería una revolución que volvería del revés el horizonte económico español, condenado a la mediocridad de resultados en términos de empleo y nivel de vida por culpa de la clase política que padecemos. Pero para conseguir esos 18,5 millones trabajando hay que liberar a la empresa de los yugos que uncen su actividad. 

Hay que liberalizar sectores, todos, y someterlos a la más estricta competencia para abaratar precios; hay que bajar cotizaciones sociales; hay que reducir -todavía más, sí- los costes de indemnización por despido (los españoles -los europeos, en general-, tendrán que elegir algún día entre el despido libre con posibilidad cierta de encontrar otro empleo al día siguiente, o el despido improcedente que impera por estos pagos, con los consabidos dos años sabáticos cobrando un paro que pagamos todos con nuestros impuestos); hay que obligar a patronal y sindicatos a financiarse con las cuotas de sus afiliados, hay que apuntalar la seguridad jurídica, y quizá algunas cosas más.

Karl Vossler, rector de la Universidad de Munich y gran hispanista, dejó escrito en su obra 'España y Europa' que "algo, por cierto, ha descuidado siempre la política española o no lo ha sabido entender nunca: la cuestión económica. Plena prosperidad económica no la ha gozado este pueblo ni cuando le pertenecía medio mundo en el siglo XVI y,
 en cambio, en la segunda mitad de ese siglo, tres veces hizo quiebra el Estado"

Dando por bueno el aserto, España no está condenada a tener unas tasas de paro que avergüenzan, ni al default que parece inevitable si seguimos acumulando deuda, ni a soportar una administración elefantiásica que no funciona, ni a la crispación política permanente, ni al guerra civilismo perpetuo, ni al perenne despilfarro, ni a la corrupción… 

Italia, un ejemplo hasta hace cuatro días de todo lo que no se debía hacer, ha cambiado de plano y como por ensalmo. Se puede cambiar, cierto, aunque tal vez habría que empezar por no votar a presidentes capaces de plagiar sus tesis doctorales y nombrar ministros a gente que no contrataríamos en nuestra empresa ni para fregar los baños. 

Se trata de crear riqueza, no de repartir miseria. El milagro italiano se apellida Draghi, y su sola presencia ha sido capaz de cambiar la cara de un país que parecía condenado. Hay solución, aunque toca esperar. Mientras tanto, los empresarios españoles tendrán que seguir lidiando con esos empleados que se ponen malos cada vez que juega el Atlético de Madrid.

La regeneración moral de la sociedad

Santiago Jáuregui
Doctor en Derecho y en Ciencias Políticas


«Sin una conciencia y sin una voluntad éticas, la actividad política degenera, tarde o temprano, en un poder destructor. Las exigencias éticas se extienden tanto a la gestión pública en sí misma como a las personas que la dirigen o ejercen. El espíritu de auténtico servicio y la prosecución decidida del bien común, como bien de todos y de todo el hombre, es lo único capaz de hacer ‘limpia’ la actividad de los hombres políticos, como justamente, además, el pueblo exige»

En las últimas décadas se viene produciendo una profunda crisis de la conciencia y vida moral de la sociedad española que se refleja también en la comunidad católica y que afecta no sólo a las costumbres, sino también a los criterios y principios inspiradores de la conducta moral y, así, ha hecho vacilar la vigencia de los valores fundamentales éticos. 

En particular, los padres de familia percibimos con preocupación la ausencia de criterios morales válidos en sí y por sí mismos a causa de su racionalidad y fuerza humanizadora. Tales criterios, por el contrario, son sustituidos de ordinario por otros con los que se busca sólo la eficacia para obtener los objetivos perseguidos en cada caso, siendo desplazados en la conciencia pública desde el poder político, por la dialéctica de las mayorías y la fuerza de los votos, por el «consenso social, por un positivismo jurídico que va cambiando la mentalidad de las personas a fuerza de disposiciones legales, o por el cientifismo al uso.

La falta de respeto al bien básico e inestimable de la vida ya en su mismo origen, ya en el decurso de su existencia o en su etapa final, es igualmente un lastre que arrastra nuestra sociedad actual. Quizá como ningún otro aspecto, esta violación refleja la crisis moral actual, caracterizada, ante todo, por la pérdida del sentido del valor básico de la persona que está en la base de todo comportamiento ético. 

De esta manera se justifica, legaliza y practica el abominable crimen del aborto, con las inevitables repercusiones psíquicas para numerosas madres que se ven sumidas en el abandono y la desesperación sin otro aliciente que desprenderse de una vida ya concebida para beneficio de potentes grupos económicos que acrecientan sus beneficios obtenidos inmoralmente a costa del sufrimiento de tantas personas y del deterioro moral de la sociedad.

 En la misma línea, se ha aprobado recientemente la legalización de la práctica de la eutanasia activa y directa, sin garantizar la necesaria libertad por parte de numerosos enfermos de edad avanzada a los que se niega la posibilidad de acudir a tratamientos no invasivos, alejados de todo ensañamiento terapéutico, y a los requeridos cuidados paliativos que con frecuencia pasan a ser dispensados a los estratos más pudientes de la sociedad.

En este contexto convergen factores de muy diversa índole, mutaciones sociales, ideológicas, transformaciones técnicas, cambios políticos, modificaciones en la jerarquía de valores hasta ahora comúnmente admitidos y factores intraeclesiales. Entre los primeros, debemos destacar la crisis del sentido de la verdad, al dominar la convicción de que no hay verdades absolutas, de que toda verdad es contingente y revisable y de que toda certeza es síntoma de inmadurez y dogmatismo; la corrupción de la idea y de la experiencia de libertad concebida no como la capacidad de realizar la verdad del proyecto de Dios sobre el hombre y el mundo, sino como una fuerza autónoma de autoafirmación, no raramente insolidaria, en orden a lograr el propio bienestar egoísta; la quiebra del mismo hombre, al desarraigar a la persona de su naturaleza; la facticidad, al imperar la exaltación de lo establecido y la aceptación acrítica de la pura facticidad. 

«Hay lo que hay y no otra cosa», vinculado al ‘pensamiento débil’ que renuncia a toda verdad última y definitiva; la falta de formación moral en los católicos españoles que les ha sumido en el desconcierto y desorientación moral. Desearían actuar de forma moralmente adecuada, pero se hallan perplejos sin saber por dónde dirigirse, sobre todo en materias complejas como la moral económica o la sexual. 

Lo cual aumenta el desconcierto, la incertidumbre, la indecisión que, tarde o temprano, acabarán en un subjetivismo o en un laxismo moral; la distinción entre lo legal y lo moral: el Estado ha promulgado leyes que autorizan acciones moralmente ilícitas. Por eso muchos consideran morales estas acciones legalmente permitidas. Lo que está permitido, en el orden jurídico, les parece que es ya inmediatamente conforme a la recta conciencia.

El carácter inexorablemente moral del hombre exige establecer su auténtica relación con la verdad y la libertad y aun la misma relación entre ambas. Esta relación tiene lugar en el campo de la conciencia moral, es decir, en la facultad, arraigada en el ser del hombre, que le dicta a éste lo que es bueno y malo, le incita a hacer el bien y a evitar el mal y juzga la rectitud o malicia de sus acciones u omisiones después de llevarlas a cabo. 

Desde sus orígenes, los hombres han visto en la conciencia la voz del mismo Dios y en ella, a su vez, la norma que están llamados a seguir. Pero no se puede confundir la conciencia con la subjetividad del hombre erigida en instancia última y en tribunal inapelable de la conducta moral. La conciencia está expuesta a su propio falseamiento: a no reconocer lo que Dios realmente le transmite y a tener por bueno lo que es malo; y puede deformarse, hasta el punto de no emitir apenas juicios de valor sobre el comportamiento del hombre.

Como enfoques prácticos de lo anterior, cabe aludir en primer lugar a la familia, lugar privilegiado para lograr la humanización del hombre. Los padres tenemos la gravísima obligación de educar a nuestros hijos y la sociedad debe considerarnos como los primeros y principales educadores de los mismos. El cumplimiento de este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. 

En segundo lugar, un factor fundamental de la educación moral de las nuevas generaciones es la institución escolar y el sistema educativo que canaliza las responsabilidades e iniciativas educadoras de la sociedad. El Estado debe garantizar plenamente la formación humana integral a través de la institución escolar, de acuerdo con las convicciones morales y religiosas de los padres. En tercer lugar, los medios de comunicación social, que han de ejercer un papel altamente beneficioso para el desarrollo y la regeneración moral de nuestra sociedad. 

Finalmente, la vida política tiene también sus exigencias morales. Sin una conciencia y sin una voluntad éticas, la actividad política degenera, tarde o temprano, en un poder destructor. Las exigencias éticas se extienden tanto a la gestión pública en sí misma como a las personas que la dirigen o ejercen. 

El espíritu de auténtico servicio y la prosecución decidida del bien común, como bien de todos y de todo el hombre, es lo único capaz de hacer ‘limpia’ la actividad de los hombres políticos, como justamente, además, el pueblo exige.

08 noviembre 2021

La nuclear vuelve con fuerza al escenario energético

Jesús Cacho


El presidente francés, Emmanuel Macron, durante la cumbre de los líderes de la UE en Bruselas (Bélgica). EFE

"Greta Thunberg dijo 'quiero que entren en pánico' y los países lo hicieron. Se lanzaron a invertir en fuentes de energía poco fiables y dependientes del clima y dejaron de hacerlo en energías seguras. Ahora, la crisis energética global está forzando a los más humildes a tener que elegir entre comer o pagar el recibo de la luz". 

Es el texto de un tuit que Michael Shellenberger, autor del best-seller 'No hay apocalipsis. Por qué el alarmismo medioambiental nos perjudica a todos', publicaba este viernes en redes. 

El mundo desarrollado vive bajo la amenaza de una nueva crisis energética de dimensión similar, si no mayor, a la de 1973. En España, los precios de la electricidad, que esta semana volvieron a alcanzar niveles récord, se han convertido en la piedra en el zapato de unos PGE-2022 llamados a fracasar por culpa de unas estimaciones irreales del precio del crudo y en el mayor peligro que se yergue sobre la carrera política de Pedro Sánchez y sus posibilidades de ser reelegido en 2023. 

De hecho, ha sido él quien más ha pujado para que la crisis energética fuera incluida como asunto prioritario en la agenda del Consejo Europeo. Mecidos por el suave balanceo discursivo de las energías verdes, muchos Gobiernos se han despertado del sueño noqueados por la dureza de una crisis que ha puesto en evidencia lo que muchos ya sabían: que las energías renovables no pueden aspirar a satisfacer el 100% del consumo, al menos por ahora, y que en estos momentos son apenas una parte menor del mix energético. 

La vuelta a la energía nuclear como parte indispensable de ese mix se abre paso con fuerza en toda la UE, con el presidente francés Emmanuel Macron como su gran adalid. En toda la UE menos en España, donde el átomo sigue siendo tema tabú.

Tras cultivar con mimo a los ambientalistas galos al principio de su mandato hasta llegar a prometerles la reducción del parque nuclear del 75% al 50%, Macron ha terminado por decantarse como el principal defensor de esta energía. Si la semana pasada adelantó una inversión de 1.000 millones en la investigación y desarrollo de pequeños reactores modulares conocidos por las siglas SMR, ahora se dispone a anunciar la construcción de seis nuevos EPR (Reactor Europeo Presurizado), un reactor de agua presurizada de tercera generación con una potencia de 1600 MW, que ha sido diseñado y desarrollado por Framatome (Areva NP) y Electricité de France (EDF) en Francia, y Siemens AG en Alemania. 

Los EPR están llamados a sustituir a los reactores ahora en activo. Ya a finales de 2018, en un discurso sobre programación energética plurianual, había anunciado un notable cambio de estrategia: "En el estado actual de las soluciones disponibles, la nuclear sigue siendo una vía segura a la hora de contar con energía confiable, libre de carbono y de bajo costo. Por lo tanto, debemos continuar nuestra investigación en este campo y asumir compromisos claros. El EPR, en particular, debe ser parte de las opciones tecnológicas del mañana"

La crisis provocada por la escalada de los precios del gas no ha hecho sino acelerar su decisión, convertida hoy en parte esencial del programa para su reelección como presidente de la República.

He aquí un asunto con el que Francia, tan castigada por la pérdida de su condición de gran potencia, tan vulnerable ahora a consecuencia de la epidemia de Covid, parece haberse cobrado una cierta revancha frente a la siempre poderosa Alemania. "La crisis energética ha demostrado que Francia acertó al elegir la nuclear como pieza clave con la que abordar su transición ecológica", se leía hace escasas fechas en Le Figaro citando fuentes del Eliseo. 

El giro de Macron viene acompañado por un fluido debate en torno a lo nuclear, que está produciendo cambios importantes en el posicionamiento de la opinión pública. Los franceses son ahora menos reacios al átomo, más dispuesto a aceptar la realidad de esta energía como parte importante del mix energético del futuro, en el que las renovables tendrán un protagonismo esencial. Nuclear y renovables. 

El cambio es también perceptible en el mundo ecologista, dividido entre radicales y pragmáticos. Es el caso del eurodiputado Pascal Canfin -exmiembro de EELV (Europa Ecología Los Verdes)- que ha asumido abiertamente los postulados de Macron: "Incluso los campeones de lo renovable admiten que nuestro mix de energía no puede ser 100% renovable. Este es un momento histórico para enterrar el hacha entre ambas fuentes de aprovisionamiento".

La propia ministra de Transición Ecológica, Barbara Pompili, también parte de EELV, ha ido modulando su discurso desde un total respaldo al "desarrollo urgente de las energías renovables" a la más ecléctica posición de "considerar todas las posibilidades de suministro", un giro que gráficamente resume François Bayrou, Alto Comisionado para la Planificación Energética, según el cual "podemos soñar con las energías verdes, pero las razones técnicas demuestran que es imposible por el momento atender el 100% del consumo con renovables". 

Tras el desarrollo de los SMR y la construcción de nuevos EPR, la tercera pata de la estrategia nuclear francesa consistirá en la revisión de su mix energético, con el objetivo puesto en lograr una participación 50%-50% entre energía nuclear y renovable para 2035. El envite es tal que Macron está decidido a colocar lo nuclear en el centro del debate electoral de cara a las próximas presidenciales galas

"En los próximos diez a quince años necesitaremos un 20% más de suministro eléctrico incluso si ahorramos energía a través de la mejora del sistema de transporte. Estamos pues obligados a producir más electricidad, que no será posible obtener de la nuclear porque, reactores pequeños o centrales grandes, esas inversiones precisan un tiempo de maduración, de modo que para cubrir esa demanda tendremos que hacer un esfuerzo especial también con las renovables, haciendo muchas renovables".

Y de hecho, la ministra Pompili y el primer ministro, Jean Castex, acaban de anunciar la inversión de 25.000 millones en la instalación de aerogeneradores con el fin de asegurar "la descarbonización de Francia", una estrategia que Fabien Bouglé, autor, entre otras cosas, del libro 'Aerogeneradores, la cara negra de la transición ecológica', califica de "política desconectada de la realidad", argumentando que el informe del Ministerio de Ecología "Estrategia nacional baja en carbono", de marzo de 2020, revela en su página 120 que el progresivo abandono de la energía nuclear y su sustitución por energías renovables obligaría a Francia a abrir 20 centrales de gas de aquí a 2027 con el consiguiente aumento, muy significativo, de los gases de efecto invernadero

Dedicar tanto dinero a instalar aerogeneradores es "una locura y un ataque al sentido común que amenaza con llevar a Francia por un camino peligroso, como el aumento del precio del gas está poniendo de manifiesto". Sin olvidar la advertencia del analista energético Robert Bryce -citado por Steven Pinker en 'En defensa de la ilustración' (Paidós)-, según el cual "para atender la creciente demanda de energía mundial con renovables sería preciso convertir cada año en parques eólicos un área del tamaño de Alemania".

¿Qué piensa la izquierda política francesa a propósito de este debate? Sumergida en una profunda crisis desde hace tiempo, un exministro de François Hollande citado por Le Figaro se manifestaba partidario de "mirar la verdad a la cara, y esa verdad nos indica que hay espacio para ambas energías. La prioridad número uno es invertir en renovables, al punto de que dentro de treinta años se convierta en la minoría mayoritaria, con la nuclear como subsidiaria pero siempre presente como imprescindible para luchar contra el calentamiento global"

En la Francia rural no deja de crecer la oposición a la instalación descontrolada de molinillos. "Tenemos 400 mástiles en un radio de 20 km. de nuestra casa. Ya no puedes tratar de admirar un paisaje sin divisar turbinas de viento a tu alrededor; esto se ha vuelto inhabitable", relataba a Le Figaro un vecino de Fresneville y el valle del Liger, Bretaña, una de las regiones (caso de Galicia en España) más castigadas por la invasión de aerogeneradores.

Pero el debate no es solamente francés. El próximo año, Alemania dará el cerrojazo con dos décadas de anticipación a los seis reactores nucleares que mantiene activos, lo que supondrá la retirada de hasta 8 GW de energía baja en carbono con la que actualmente cubre el 10% de la demanda diurna nacional. 

Para sustituir esa energía se ve obligada a quemar más combustibles fósiles, generando alrededor de 60 millones de toneladas de emisiones de carbono adicionales cada año, a lo que hay que añadir los retrasos en el despliegue de las energías renovables y en la construcción de líneas de transporte. 

El 80% de la electricidad que consumen los franceses es de procedencia nuclear e hidráulica, produciendo 10 veces menos gases de efecto invernadero que Alemania, cuyo famoso Energiwende (transición energética) se ha demostrado un fracaso. 

Consecuencia de la explosión de los precios del gas, los supuestos campeones de la energía verde están hoy quemando carbón a mansalva. Una carta firmada por científicos y catedráticos de varios países, publicada el 5 de octubre en Financial Times, urgía a Alemania a posponer el cierre de sus centrales nucleares para ayudar a contener las emisiones de CO2.

La solución al embrollo energético se perfila como uno de los puntos de fricción más complicados de resolver para Olaf Scholz, el líder del SPD alemán que intenta formar Gobierno con Liberales y Verdes. Estos últimos se han opuesto frontalmente al nuevo gasoducto Nord Stream 2 que transportará por el Báltico el gas siberiano en dirección a Alemania, que juzgan negativo medioambientalmente y manejado por un Putin dispuesto a usarlo como arma de chantaje cuando la ocasión lo requiera. 

Los socialdemócratas, que en el Gobierno de coalición de Angela Merkel apoyaron su construcción con Moscú acusando a los Verdes de electoralismo, tienen ahora una verdadera patata caliente sobre la mesa. Francia, Alemania, pero también Gran Bretaña y Polonia, entre otros. 

El Gobierno británico mantiene conversaciones con Westinghouse para la construcción de una nueva central nuclear en Gales, que proporcionaría energía eléctrica a cerca de 6 millones de hogares, mientras que en Polonia, tradicional quemador de carbón, el grupo minero y metalúrgico KGHM, segundo mayor consumidor de electricidad del país, ha anunciado la construcción de cuatro pequeños reactores modulares SMR, con una capacidad de 77 MW por unidad, con el objetivo de diversificar su aprovisionamiento de energía.

En el imaginario popular siguen vivos los riesgos aún no resueltos de una energía unida al recuerdo de catástrofes medioambientales como Chernobyl o Fukushima. El humo blanco que emiten sus chimeneas sigue provocando un instintivo miedo reflejo cuando se trata de simple vapor de agua. Un reciente estudio de la Universidad de Harvard señalaba que las centrales de carbón matan a 10 millones de personas al año en el mundo, no obstante lo cual resulta mucho menos espectacular que un desastre nuclear y además es imposible de plasmar en una gran superproducción de Hollywood. 

"Este miedo irracional debe combatirse con la razón y la ciencia", aseguraba Bouglé en una entrevista aparecida en Le Figaro este mes. Es cierto que el sector nuclear ha realizado enormes progresos en términos de seguridad, razón por la cual la construcción del prototipo EPR en la central nuclear de Flamanville, península de Cotentin, La Mancha, está resultando más caro y más largo de lo esperado, pero sigue estando plenamente vigente la exigencia de intensificar la investigación en el campo de la seguridad y el tratamiento de los residuos.

La decisión de Emmanuel Macron de distanciarse de la "fiebre verde" hoy imperante en un momento en que se juega su reelección como presidente reviste un indudable valor simbólico. En España nadie sabe lo que piensa al respecto un tal Pedro Sánchez, si es que piensa algo. En la cumbre europea de este fin de semana, ha intentado pujar por la revisión del sistema de fijación de precios de la electricidad, actualmente ligado al del gas. 

A Sánchez sólo le preocupa bajar rápidamente la cuantía del recibo de la luz para no perder votos. Lo de avanzar en un mix energético sostenible le trae sin cuidado. Francia, por su parte, ha puesto su empeño en conseguir de la CE la etiqueta "verde" para la energía nuclear, lo que facilitaría la llegada de inversiones al sector. Numerosos países de la UE apoyan la petición gala, mientras Alemania y Holanda insisten en que el problema de los precios del gas es pasajero, y no conviene alterar el actual sistema de fijación de precios. En otras palabras, que Alemania pretende seguir vendiendo sus molinillos a los socios comunitarios (cerca del 65% de los instalados en toda Europa son de fabricación alemana).

La situación no parece sostenible ni para los Gobiernos ni para los gobernados. La crisis de precios de los combustibles fósiles (gas, petróleo y carbón) amenaza con frustrar la recuperación de nuestra economía y el nivel de vida de millones de españoles. "Los ciudadanos europeos están pagando el recibo eléctrico muy caro por culpa de unos derechos de CO2 cuyos precios están movidos por el motor de la especulación financiera", señalaba Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, esta semana. "No es de recibo que las familias tengan que pagar la electricidad a 220 o 250 euros el MW/h, y que haya industrias que tienen que parar porque no pueden abordar los costes energéticos. Hay que repensar la transición energética para hacerla justa y competitiva. No podemos seguir haciendo el canelo"

El problema parece mucho más profundo y está relacionado en nuestro país con la necesidad de replantear la situación de sus centrales nucleares permanentemente acosadas por una izquierda tan analfabeta como atrabiliaria, siendo como somos un país obligado a importar casi toda la energía que consume y a ser esclavo de las oscilaciones de precio de las materias primas.

"Nuestro futuro económico e industrial depende de la energía nuclear" (Macron en Le Creusot, Borgoña, diciembre de 2020). España necesita imperiosamente recuperar cierta autonomía en asunto tan vital como el de la energía que consume. La soberanía, la competitividad de las empresas y una eventual reindustrialización del país están directamente vinculadas a la disponibilidad de un aprovisionamiento energético seguro y competitivo. 

El debate nuclear se yergue hoy en España como una exigencia inexcusable. Pero la cuestión sigue siendo tabú, no digamos ya para el Gobierno Sánchez, donde la general incultura se mezcla en generosas dosis con los viejos y casposos dogmas comunistas, sino incluso para los medios profesionales y académicos, incapaces de alzar la voz y plantear siquiera el problema. 

Los fondos Next Generation UE, que el señor Sánchez se dispone a repartir con liberalidad y ahora con la ayuda de Antonio Hernando, socio del lobby que comanda Pepiño Blanco, recién empotrado en la Moncloa para ponerle las cosas más fáciles, podrían brindar una oportunidad histórica de ser empleados en un plan nuclear de altura, con la vista puesta en asegurar nuestro autoabastecimiento sobre la base de una combinación de nuclear y renovables. Recuperar una cierta soberanía energética parece un asunto de vital importancia para el futuro español.

Tanganas eclesiásticas

Juan Manuel de Prada


Un momento del inapropiado vídeo de Tangana grabado en la catedral de Toledo. ¿Más inapropiado que el abordaje turístico de templos donde Dios es marginado por unos y ninguneado por otros?

El escandalete que provocó el vídeo del cantante C. Tangana grabado en la catedral de Toledo dejó muchos flecos sin discutir. 

En realidad, casi toda la discusión se centró en dirimir si el vídeo de marras constituía una ‘profanación’; y así se evitaron otras cuestiones más incómodas o desazonantes. Si por ‘profanación’ entendemos, como nos propone el diccionario, «tratar algo sagrado sin el debido respeto» parece evidente, en efecto, que la grabación de bailes con derecho a magreo en una catedral podría serlo.

Sin embargo, habría que preguntarse si la catedral de Toledo y, en general, los templos católicos (siquiera aquellos que actúan como reclamo turístico) no fueron profanados hace mucho tiempo. 

Cada vez que he visitado una catedral de relumbrón, dentro o fuera de España, me he quedado en verdad estremecido ante el espectáculo sobrecogedor del lugar sagrado convertido en parque temático para solaz de hordas de turistas ataviados de los modos más sórdidos –pinreles en chanclas, camisetas reventonas de michelines, tops meloneros, etcétera–, que se enseñoreaban del templo, lanzando risotadas y voces destempladas y chocarreras, haciéndose selfies o fotos homínidas ante el altar mayor, mientras Dios se escondía (o lo escondían quienes más obligados estaban a mostrarlo) en alguna capilla esquinada y sombría.

Me pareció, en verdad, un poco grandilocuente y farisaico el escandalete montado en torno al vídeo del cantante llamado C. Tangana cuando las catedrales católicas llevan mucho tiempo convertidas en tanganas donde las hordas turísticas hozan a gusto, convirtiéndolas en lo que el profeta Daniel denominaba la «abominación de la desolación», cuando no en la «cueva de ladrones» que denunció el mismo Cristo (porque no debemos olvidar que esas hordas de turistas en chanclas y top melonero pasan previamente por taquilla, exactamente igual que el cantante llamado C. Tangana).

Así que los aspavientos y jeribeques del catolicismo pompier ante el vídeo de marras se me antojaron histrionismos farisaicos. Pues un Dios que soporta el diario vómito de fealdad ufana y choni que llena sus templos igualmente puede soportar los contoneos de una tía jamona y un tío cani; y, desde luego, si Dios ha sido ultrajado por la grabación de ese vídeo mucho antes lo ha sido por su reclusión en capillas esquinadas y sombrías, para que los templos queden convertidos en parques temáticos del turismo.

El deán de la catedral, para justificar el permiso concedido para el rodaje del vídeo, alegó que la catedral siempre había procurado «mantener un diálogo sincero con las manifestaciones culturales del momento». Luego el deán sería desautorizado y destituido, porque se necesitaba un chivo expiatorio que aplacase las iras del catolicismo pompier; pero su alegación resulta por completo congruente con la concepción de diálogo imperante en círculos eclesiásticos oficialistas, que es exactamente la opuesta a la que la Iglesia tradicionalmente sostuvo.

Pues la Iglesia, en efecto, siempre ‘dialogó’ con las manifestaciones culturales del momento: lo hizo con Mozart, que compuso un sublime motete de tema eucarístico, el Ave verum corpus, sobre la letra de un himno del Papa Inocencio VI; y lo hizo también con las tribus bantúes del Congo, que compusieron sobre la liturgia secular de la Iglesia la bellísima misa luba, que luego popularizaría Pasolini, utilizando su Gloria como banda sonora de su película El Evangelio según San Mateo.

Era tal la capacidad de ‘diálogo sincero’ de la Iglesia con las ‘manifestaciones culturales del momento’ que incluso podía atraer a artistas ateos como el propio Pasolini, quienes aceptaban las convenciones del arte religioso para brindarle los frutos más granados de su genio.

‘Dialogando’ con las manifestaciones culturales de cada momento, la Iglesia logró, en efecto, inundar el mundo de belleza, por la sencilla razón de que guardaba la Belleza en su alma, y la colocaba en el centro de su vida y en el altar mayor de sus templos, dedicándole el culto debido. 

Pero ¿qué diálogo va a entablar la Iglesia con las manifestaciones culturales de su tiempo si renuncia a la Belleza, si la expulsa de su centro, si convierte sus templos en parques temáticos para hordas de turistas, si degrada el culto y lo convierte en pachanga guitarrera? 

Las más excelsas manifestaciones del arte fueron inspiradas por la Belleza que la Iglesia custodiaba; tal vez si ahora se tiene que conformar con ser depositaria de tanganas grimosas es porque antes ha defraudado esa Belleza que custodiaba, confinándola en capillas esquinadas y sombrías, o brindándole un culto feísta y pachanguero. Nadie puede dar lo que no tiene. Y quien deja de dar Belleza, por allanarse ante el mundo, acaba recibiendo fealdad.

Publicado en XL Semanal.