10 noviembre 2021

Y Dios creó a la mujer

José de Cora



Al hombre también, pero más a la ligera

A fuerza de leyes asumidas como propias por los aliados para garantizar su supervivencia, Irene Montero conseguirá los próximos meses que las españolas puedan abortar sin estar embarazadas.

Es tal su pasión teocrática por asimilarse a los héroes de la Biblia que hará vivíparos a los ovíparos, carnívoros a los herbívoros y hermafrodita al macho cabrío.

Solo por decreto, claro, que la pobre más allá no alcanza. Digo pobre en sentido craneoencefálico del término, pues a todos nos consta que de bolsa está suficientemente surtida. Tanto es así, que si se le aplican los nuevos criterios sobre plusvalía le quitan la hijuela. El maridojuelo no se lo pueden quitar porque ya no lo tiene, o eso dicen las fuentes generalmente bien informadas, que a saber tú cómo se organizan estas parejas parientes del mono, o monoparentales.

A mí no me importaría nada que también nos dejase abortar a los hombres, porque sería señal de que podemos quedar preñados y salir a la calle gritando como descosidos: Nosotros parimos, nosotros decidimos. Toma igualdad.

Pero no creo que ni así decidamos nada, porque desde que han soltado a esta panda por la Administración adelante, hasta los guionistas de las series se lo piensan dos veces antes de poner a un hombre de protagonista.

_ ¿Hacemos una biopic de Leonardo da Vinci?

_ Demasiado machismo. Mejor, de su mujer.

_ ¡Pero si era célibe!

_ Pues de su tía.

Las aportaciones de Irene Montero a la diversidad biológica pueden dejar chiquitos a Mendel y Darwin juntos, y es tal su celo en que nada se escape a su dominio sobre el mundo de los géneros, los feminismos y la carantoña 29, que ya ha exigido a Sánchez un protocolo de alarma para actuar en caso de que de que ocurra una apagona.